El mes de abril, pese a los buenos resultados empresariales y al tirón de la actividad económica en EEUU y Europa, que supera las expectativas, se ha visto muy afectado por las consecuencias del fuerte repunte del riesgo soberano que se materializa en las recientes rebajas del rating de Grecia, Portugal y España. El esfuerzo para salvar la crisis económica, en términos de fuertes incrementos del endeudamiento público, se está empezando a pagar en aquellos países más vulnerables por su peor situación de partida. Es el caso de Grecia, el último de la clase, y de ahí el contagio se extiende en la Zona Euro.
La pertenencia al Euro implica la aceptación de las condiciones que impone el Pacto de Estabilidad y Crecimiento de 1997: déficit público inferior al 3% y endeudamiento público no superior al 60% del PIB. De la debilidad de las Instituciones Europeas en la vigilancia e imposición del cumplimiento real—sin trampas más o menos consentidas--de dichas condiciones, vienen hoy los problemas de algunos países. Es verdad que las circunstancias económicas son excepcionales, pero también es verdad que el problema en los países de la Zona Euro hubiera sido mucho menor de haberse cumplido el Pacto de Estabilidad y Crecimiento que obliga a todos los países miembros.
Los países Europeos han tardado muchísimo en reaccionar, con un débil plan de rescate griego, dejando que el problema se fuese pudriendo sin calibrar las consecuencias sobre los mercados de bonos y acciones de su inoperancia. Europa paga la novatada, con un Plan de Rescate de 110.000 Euros, muy superior a lo inicialmente previsto, en un problema del que no se puede desentender, mal que le pese al electorado alemán, principal pagano de este desaguisado.
Se han visto penalizados por la desconfianza en la resolución de la crisis , en primer lugar, los mercados de deuda pública y las bolsas de los países más afectados -Grecia, Portugal, España-, pero también la cotización del Euro, las bolsas y los bancos de los demás países de la Zona Euro. La onda expansiva de desconfianza llega, sin embargo, a todos los parqués y los inversores reaccionan vendiendo activos con más riesgo y refugiándose en el dólar y los bonos del Tesoro americanos, en el yen japonés y en oro.
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